EL MONOPOLIO ALIMENTARIO - EL DESAFIO FINANCIERO
Los transgenicos plantean además el mayor desafío financiero que jamás ha existido. Hay cuatro plantas que alimentan al mundo a nivel intensivo: soja, maíz, arroz y trigo. Las compañías registran patentes sobre las plantas de estos alimentos gracias a los OGM. Quien tenga las patentes y cobre royaltis cada vez que alguien las coma o cultive en el planeta será el rey del mundo; por eso las grandes empresas farmacéuticas han empezado a hacer OGM. De hecho, las ocho mayores compañías farmacéuticas son las ocho mayores compañías de pesticidas y de OGM. Monsanto tiene el 80% de la biotecnología del mundo.
Todo esto empezó a mediados de los 90, todos los gobiernos de los países industrializados apostaron en el desarrollo de la industria de la biotecnología, donde se ha invertido mucho dinero público. Los gobiernos saben que hay problemas con los OGM, pero si consiguen y publican los resultados de los análisis, resultará que todo lo autorizado hasta el momento ha sido un error de graves consecuencias lo que hundiría cualquier gobierno, aun así, jamás un OGM ha sido autorizado por los ministros de Medio Ambiente de Europa.
Ademas los cientificos no pueden presionar ya que ni siquiera uno de cada 10.000 tiene acceso a los datos y los únicos que hacen test son las propias compañías. Estos estudios son carisimos por lo que se debería exigir a las compañías que los análisis los realizaran universidades públicas en lugar de las empresas privadas a sueldo de las compañías.
Un informe de Amigos de la Tierra, COAG, Ecologistas en Acción, Greenpeace y CECU Agricultores, ecologistas y consumidores denuncian en el Parlamento Europeo los impactos socioeconómicos de los transgénicos en España.
.- El análisis de casos concretos de agricultores ecológicos contaminados por OMG desvela unas pérdidas de hasta 26.000 euros/campaña *
Madrid/Bruselas, 24 marzo 2010. Representantes de Amigos de la Tierra, Greenpeace, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU) y la Coordinadora Europea Vía Campesina han presentado en el Parlamento Europeo un informe sobre los impactos socioeconómicos de los transgénicos en España. Actualmente, se discute a nivel europeo la evaluación de estos impactos antes de aprobar un cultivo transgénico.
España es el único país de la UE que cultiva transgénicos a gran escala, y la desastrosa situación de contaminación generalizada y absoluta falta de transparencia y control debe ser considerada a la hora de valorar el cultivo de transgénicos en Europa.
El Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la UE aprobó en Diciembre de 2008 considerar los impactos socioeconómicos a la hora de evaluar la aprobación de un cultivo transgénico. Actualmente, tras consultas a los Estados Miembro sobre su experiencia sobre el tema, está en discusión en Bruselas y habrá una propuesta en Junio.
El Gobierno Español aporta una visión completamente distorsionada de la realidad sobre estos impactos. Por ejemplo negando en público, aunque reconociendo en privado, los casos de contaminación por transgénicos. Por ello, las organizaciones han preparado un completo documento con todas las referencias disponibles sobre la auténtica situación en el Estado Español, denunciando también la enorme dificultad y oscurantismo existente para obtener datos sobre estos impactos.
Algunas de las características que definen la experiencia del cultivo de transgénicos en España en este ámbito son:
- La pérdida del mercado de maíz ecológico por contaminación transgénica, lo que supone la desaparición del sector del maíz ecológico y una enorme dificultad de producir incluso maíz convencional en determinadas zonas.
- Daños a iniciativas sociales, al desarrollo rural y a otros sectores, como el sector de la producción y compra de cereales de cultivo ecológico, la transformación en harinas y la elaboración de productos de panadería.
- La pérdida de mercado de gluten de maíz convencional por contaminación por transgénicos y venta a menor precio para piensos animales;
- La pérdida de piensos ecológicos al estar contaminados por transgénicos y el coste de reemplazarlos por piensos no contaminados;
- La subida de precios de los piensos ecológicos para ganadería ecológica debido tanto al sobre coste de adquirir maíz ecológico no contaminado como a la subida del precio de elementos alternativos.
- El alto coste de los análisis para asegurar la no presencia de transgénicos, que asumen los agricultores que no los cultivan.
- La contaminación de las semillas no transgénicas.
- La contaminación generalizada por transgénicos de los alimentos a la venta en supermercados que contienen soja o maíz, incluyendo leches infantiles, papillas o galletas.
- La imposibilidad de establecer seguros agrarios que cubran los daños producidos por los transgénicos.
Además el desastre ecológico provocado por las semillas transgénicas contaminando miles de especies y variedades vegetales que los agricultores, desde siempre, nos podíamos auto reproducir sin coste, está provocando efectos perversos en muchos lugares del planeta.
Uno de los más graves está sucediendo en la India, donde cada año se suicidan unos 20.000 agricultores al comprobar, desesperados, el engaño de las semillas transgénicas.
De pronto, se encuentran con que no hacen ni el dinero suficiente para pagar las malditas semillas transgénicas de arroz y algodón, y se dan cuenta de que, a la vez, han perdido todas las semillas autóctonas de arroz que tenían, con las cuales, sin ningún coste, podían resembrar año tras año y alimentar, como mínimo, a su familia. El instrumento para suicidarse es un trago del pesticida que antes, con sus semillas, no les hacía falta utilizar, y que ahora, como modernidad impuesta, tampoco pueden pagar.
Si a este problema social, que empobrece aún más a los países menos desarrollados, le añadimos el problema de la afectación a la salud de las personas y la contaminación ambiental, nos encontramos con un cóctel que se tiene que calificar de terrorismo biológico, con graves secuelas de muerte y desolación.
A pesar del rechazo que provocan en la sociedad europea los alimentos transgénicos, por sus probables consecuencias negativas en la salud de las personas, las multinacionales farmacéuticas que monopolizan la obtención de semillas a nivel planetario siguen adelante en su sofisticación de la técnica de dominación de los genomas vegetales.
La implementación de una técnica denominada “Tecnología de restricción del uso genético” (TRUG), vulgarmente denominada “Terminator”, hará posible la creación de semillas suicidas. Es decir, las semillas saldrán programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia sea estéril, para evitar que el agricultor las pueda volver a sembrar sin ningún coste. Pero lo que todavía es más grave es que la Unión Europea subvencione, con el dinero de todos los ciudadanos, a aquellas empresas mafiosas para que encubran la maldad de la semilla suicida o “Terminator”.
Es decir, si un agricultor quiere sembrar al segundo año una semilla producida por él mismo a partir de una semilla transgénica comprada el año anterior, deberá pagar a la industria farmacéutica por aplicar la tecnología “Exorcista” (un producto químico, por ejemplo), para recuperar la vida de aquella semilla medio muerta, obtenida de segunda generación.
Es, además, muy preocupante que las multinacionales Monsanto, Singenta-Novartis, Bayer, Basf, …, que dominan el mundo de las semillas, a la vez tengan potentes industrias farmacéuticas y de alimentación. Son intereses muy contrapuestos que haría falta separar por el bien de la humanidad, puesto que salud y alimentación van íntimamente relacionadas y son parámetros que habrían de estar excluidos de la locura especulativa y de la manipulación genética en que han entrado estas empresas.